A esta pregunta han contestado muchos pensadores a los que hoy les debemos las tesis en las que nos basamos para obtener nuestra opinión sobre esta cuestión.
Uno de los primeros filósofos que expuso su idea acerca del hombre social fue el famoso Aristóteles, en la Edad Griega.
Aristóteles decía que el hombre era bueno por naturaleza. Él ve al hombre a diferencia de todos los animales en la posesión de la razón o al menos de saber utilizarla. Hay tres cosas por las que los hombres se hacen buenos y virtuosos, y esas tres cosas son la naturaleza, el hábito y la razón. Los otros animales viven primordialmente por acción de la naturaleza, si bien algunos, en un grado muy pequeño, son también llevados por los hábitos; el hombre, en cambio, vive también por acción de la razón, ya que es el único entre los animales que posee razón; de manera que en él estas tres cosas deben guardar armonía recíproca entre sí. Los hombres, en efecto, obran con frecuencia de manera contraria a los hábitos que han adquirido y a su naturaleza a causa de su razón, si están convencidos de que algún otro camino de acción les es preferible.
El segundo autor que voy a comentar, ya que me parece uno de los que mejor han expuesto su idea del hombre como ser social, es Thomas Hobbes.
Hobbes publica en 1651 Leviatán, un libro donde plantea la primera formación del contrato social, posteriormente recogido por otros autores. En él, percibe a la sociedad humana como una formación de individuos dominados por su ambición de poder y de dominio. considera que la naturaleza social del hombre es negativa, es decir, que el hombre no es bueno por naturaleza. Desde Grecia hasta el Siglo XVII, los pensadores (Santo Tomás de Aquino, etc) nos han intentado convencer de que en el fondo de la naturaleza, el hombre es bueno. Nuestro fondo humano realmente es malo. Si a nosotros nos dejan en un espacio, acabaremos en guerra total; no podemos socializarnos. El hombre vive en guerra perpetua. "El hombre es un lobo para el hombre" es la tesis profunda para explicar que los hombres somos malos por naturaleza. La mayor libertad que tiene el hombre malo es dar muerte a una persona, un acto absolutamente maligno y que el hombre en libertad puede realizar. La solución que Hobbes da es la de coger esa capacidad de maldad y libertad de cada uno y cederlas, es decir, un contrato social. Se le dan esas capacidades al Leviatán, y es él el que las utiliza. El Leviatán es un monstruo que ha acumulado las capacidades malignas de toda una comunidad. Más tarde ese Leviatán será el Estado, una máquina de poder, porque ese monstruo ejerce sobre nosotros un poder extremo: el miedo. El Leviatán hace que todos esos ciudadanos que tengan conflictos acudan al Leviatán para que éste de miedo. Se ha formado por todas esas cesiones de los demás ciudadanos. El Estado es la autoridad que tiene y emplea poder, capaz de conformar todas las voluntades para la paz y la ayuda mutua. El titular de los individuos es el soberano, el cuál tiene el poder soberano, y los que le rodean son los súbditos.
Por último, el último filósofo que voy a mencionar, también muy importante en la idea del hombre social y autor también de un contrato social, es Jean Jacques Rousseau.
Rousseau se basa en la idea de que hay que fomentar una suma de fuerzas que coloque a los hombres en condiciones de resistir, que puedan moverse de acuerdo y obrar concertadamente. Esa suma de fuerzas nace del concurso de muchos hombres. Hay que encontrar una forma de asociación que defienda y proteja, con las fuerzas comunes, a la persona y sus bienes. Esa asociación de cada uno con el resto permite que cada uno obedezca a sí mismo y siga tan libre como antes. Por lo tanto, como solución, se crea un contrato social, estructurado en unas cláusulas determinadas por la naturaleza del acto y tácitamente admitidas y reconocidas. Cuando ese contrato se viola, cada hombre vuelve a sus primeros deberes y recobra la libertad natural perdiendo la convencional por la que renunció a la primera. Pero ésto plantea un problema: si cada hombre cede su libertad y su fuerza a esa persona que adquiere todas las libertades de los demás hombres, la unión es perfecta y no hay conflicto; pero si, por el contrario, cada hombre conserva su fuerza y sus derechos particulares, al ser cada uno su propio juez por así llamarlo, querría ser el juez de todos y volveriamos a ese estado de lucha de todos contra todos por alcanzar el poder.
Cuando el hombre se da a todos no se da a nadie, gana lo que pierde y más fuerza para conservar lo que tiene.
Como conclusión, tengo que decir que cada uno de estos tres autores argumentan de forma lógica su tesis sobre el hombre y su estado en sociedad, pero mi opinión acerca de ello es que, efectivamente, creo que el hombre es malo por naturaleza. Está más que claro que cada uno, por mucho que no lo admitamos, buscamos nuestros propios intereses y beneficios y anticipamos eso a los intereses o al bienestar de los demás. El ejemplo más relevante es el de las acciones de algunos políticos o empresarios, que están antes por la labor de obtener beneficios propios antes que mirar por el bienestar de su país o de sus trabajadores.
El poder nos corrompe; podríamos decir, en correlación a ésto, que efectivamente, también la sociedad hace que sigamos siendo, como dice Hobbes, "lobos para el resto de hombres".
Sí que podemos influenciarnos por el miedo o el temor a hacer o no hacer algo, como dice Hobbes, o bien actuar a raíz de una educación dada a lo largo de nuestros años de vida, como dice sin embargo Rousseau.
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